CONJUNTO DE ANÉCDOTAS DE MOZART O FRASES SOBRE ÉL
 

En cierta ocasión le preguntaron a Gioacchino Rossini:
— ¿Quién es el más grande de los músicos?
— Beethoven —respondió el autor de El Barbero de Sevilla.
— ¿Y Mozart? —insistió quien preguntaba
— ¿Mozart? —dijo Rossini— ¡Ah, Mozart es único!

 
“La pérdida de Mozart es irreparable. No podré borrar jamás de mi memoria sus interpretaciones pianísticas... ¡Dolían tanto en el corazón!
(Joseph Haydn)

 

Se ha llegado a calcular la rapidez y eficacia con la que Mozart escribía su música. Si un copista transcribiera toda su obra, tardaría unos veinticinco años, trabajando unas diez horas diarias.
Descontando cuanto se quiera por aquello de la exageración, se deduce sin duda que Mozart fue el músico más precoz y más rápido de todos los tiempos.


“...El caso de Mozart se me antoja inexplicable. ¿Cómo, si no, podría manifestarse la Divinidad, a no ser por la evidencia de los milagros que se producen en algunos hombres, que no hacen sino asombrarnos y desconcertarnos?”
(Johann W. von Goethe)

 

El número tres fue un número especial para Mozart, tal vez por su vinculación a la Masonería donde dicho número tiene un especial significado ritual.
En muchas obras del genio, este número tres es frecuente. En la Flauta mágica aparecen tres acordes mayores en la obertura, tres damas servidoras de la Reina de la Noche, tres jóvenes que ayudan al protagonista, tres instrumentos mágicos, tres pruebas iniciáticas, tres templos, etc.

 
Sobre la capacidad memorística que Mozart tenía para la música, se cuenta que un día, cuando le faltaba poco para morir, Schikaneder le sorprendió escribiendo el Requiem, en lugar de La flauta mágica que estaba encargada antes y tenía la fecha de estreno ya comprometida. El empresario teatral se desesperó e increpó a Mozart: ¿Dónde está mi música?. Mozart señaló su cabeza y dijo: “Aquí es donde la tengo, todo lo demás son sólo garabatos y más garabatos en la partitura”
 

“Recuerdo que una vez me invitó a su casa y estuve largo tiempo allí, donde siempre fui recibido con hospitalidad y estima; en aquella ocasión pude comprobar su gran afición al ponche, que mezclaba con otras bebidas e ingería, en vedad, con poca mesura. Era muy aficionado al billar, y jugamos juntos bastantes partidas, aunque siempre me ganaba”
(Michael Kelly)


“Cuando Mozart cogía la pluma, tal vez la obra estaba ya compuesta en su cabeza. Hay genios que crean incluso cuando duermen.”
(Pau Casals)


“El implacable fatalismo de Don Giovanni y la serenidad de La flauta mágica representan, tal vez, lo único genuino que el arte moderno ha aportado después del arte griego. La sublime pureza de algunos pasajes de esta última obra hace que aflore un ámbito de ardiente misticismo. Todo es luz. Sólo luz.”
((Romain Rolland)

 
Mozart expresó a veces su indignación contra algunos artistas contemporáneos:
“Tiene uno que indignarse con vosotros, diletantes, porque siempre os ocurre una de estas dos cosas: o no tenéis pensamientos propios y cogéis los ajenos; o tenéis pensamientos propios y no sabéis qué hacer con ellos.”

 

“Mozart no puede servir como pretexto a especulaciones de estética. Es una piedra de toque para el corazón: nos protege contra toda enfermedad del gusto, del espíritu y de los sentimientos.”
(Edwin Fisher)


Siendo Mozart un adolescente, se le acercó un muchacho de su edad y le preguntó cómo se componía una sinfonía. Mozart le contestó que aún debía dejar pasar muchos años de aprendizaje antes de intentarlo. El joven, irritado con la respuesta le objetó: “Pero tú ya componías a los diez años”. Mozart, imperturbable contestó: “Sí, pero no tenía que preguntar cómo”

A Mozart no le gustaba el sonido de la flauta. Llegó a decir: “Lo único que es peor que una flauta son dos”. Las piezas que compuso para este instrumento fueron siempre por encargo. En un momento determinado sustituyó la flauta por el clarinete, instrumento que sí le encantaba, sobre todo después de haber sido ampliadas sus posibilidades por un clarinetista de la época que añadió unas llaves al instrumento para aumentar su versatilidad. A partir del concierto para clarinete K.622, de Mozart, empezó a utilizarse este instrumento en las orquestas

 
Una muestra de la prodigiosa memoria musical sería la anécdota ocurrida cuando contaba con tan sólo catorce años, durante un viaje a Roma con su padre. Este pidió a la Biblioteca Vaticana la partitura del Miserere, de Gregorio Allegri, compositor del siglo XV, que sólo se cantaba en Roma durante la Semana Santa . Le denegaron la partitura porque estaba considerada como exclusiva y no se permitía su difusión.
Al día siguiente, el adolescente Mozart acudió a la iglesia donde se ejecutaba la pieza y tras escucharla, volvió a su hotel y la reprodujo totalmente. Sólo necesitó volver al día siguiente para hacer algunas correcciones. La pieza dejó de ser secreta desde entonces.

 

“Para Mozart, la fuente de inspiración no fue tanto la humanidad como el individuo, lo que ayuda a explicar un poco por qué es más importante como compositor de ópera que como sinfonista.
Los conciertos para piano de Beethoven son más dramáticos, más imponentes y monumentales que los de Mozart, pero no más grandes”
(Hugh Ottaway)


La velocidad que a veces demostraba Mozart en sus composiciones es un caso único en la Historia. Tal vez se deba a su costumbre y tremenda facilidad de componer “en la cabeza” y no pasarlo al papel hasta estar prácticamente acabada la obra. Su ópera “La Clemencia de Tito” fue escrita en tan sólo 18 días. La sinfonía 425, conocida como “Linz” se compuso, transcribió y preparó para su estreno en sólo cinco días.

“Las sonatas de Mozart son únicas: muy fáciles para los niños y demasiado difíciles para los artistas”
(Arthur Schnabel)


Se ha especulado mucho sobre la enemistad de Mozart con Salieri, compositor de gran prestigio en aquella época; llegó a decirse incluso que Salieri había envenenado a Mozart. Pero lo cierto es que las relaciones entre ambos fueron siempre de amistad.
Esta falsa idea se popularizó cuando Salieri a punto de morir y con el juicio perdido, manifestó sentirse culpable de la muerte de Mozart. Tal vez no era más que el recuerdo de no haber podido ayudarle en sus últimos momentos.
Se insistió en esta falsa leyenda negra cuando Pushkin escribió su drama “Mozart y Salieri” llevado luego a la ópera por Rimsky-Korsakov, y más recientemente con la película “Amadeus” de Milos Forman.


Con ocasión del estreno de Las bodas de Fígaro, el Archiduque Fernando le dijo a Mozart: “No sé si le gustará a la gente, mi querido Mozart, es demasiado ruidoso, tiene demasiadas notas”
Mozart no pudo evitar corregir a tan importante personaje: “No, mi señor, tiene sólo las necesarias”

 
Mozart solía hacer bromas sobre el excesivo tamaño de su nariz. En cierta ocasión propuso a su admirado Haynd que interpretase una partitura que había escrito especialmente.
Al hacerlo, llegó un momento en que Haynd reconoció que no podía seguir. Tenía las dos manos ocupadas y no alcanzaba a dar una nota alejada que le faltaba.
Mozart pidió que le dejase a él, y al llegar el momento de la nota imposible, se inclinó y toco la nota con la nariz.
Ambos rieron y Haynd reconoció que Mozart tocaba con todo el alma y con todo el cuerpo.

 

“Físicamente era un hombre de complexión pequeña, muy delgado y de pálida tez, con abundante cabello, aunque algo fino y claro, del cual estaba por cierto, muy orgulloso”
(Michael Kelly)


El entierro de Mozart fue un perfecto colofón para tan ajetreada vida. En muchos libros se dice que la comitiva del entierro se dispersó por una fuerte tormenta y terminó por ser arrojado a una fosa común. No se sabe con exactitud. Hubo un breve funeral en la Iglesia de SanKt Stephen. Acudieron los varones de la familia, algunos amigos, entre ellos Salieri, varios francmasones y algunos nobles. Luego, la lluvia y la ventisca hicieron que nadie acompañase al féretro al cementerio de Sankt Marrx, que estaba a las afueras. La tumba quedó sin señal ni cruz. No se pudo aclarar cómo fue exactamente el entierro, y en 1901 cuando se trató de identificar los restos no fue posible.

Cuando Mozart murió, acudió un gran número de personas a la casa para presentar sus respetos a la familia.
Uno de los primeros que llegó fue el conde Deym con un paquete de yeso para hacer una mascarilla fúnebre. Esta máscara se ha perdido. Sólo sabemos que Constanza, su viuda, manifestó que se había roto accidentalmente.