NOTA PREVIA
Aparecida en la publicación
de Contrafábula
Para cualquier lector será evidente que este libro, a pesar de su
título y sus citas, no es un libro de contenido religioso. Las únicas
relaciones que podrían atribuírsele en este sentido son que
cada poema se basa en citas del Apocalipsis y se ambienta en dicho texto
y en otros de la Biblia; también, que la estructura poética
tiene un cierto aire que puede recordar lo “bíblico” por el tono,
las repeticiones, las imprecaciones, etc. No entraré en otras relaciones
de orden psicológico que pudieran hacer expertos en la materia,
serán tal vez debidas a la educación clerical de mi juventud.
En las citas no se sigue el orden del texto apocalíptico. La secuencia
de los poemas se ha establecido sólo en atención a sí
mismos y a su posición en el conjunto.
Las ediciones utilizadas para las citas y referencias han sido la española
de la Biblia de Jerusalén (1975), Nuevo Testamento (Nácar
y Colunga, BAC 1965), y Nuevo Testamento basado en la antigua versión
de Casiodoro de Reina (1569), revisión de Cipriano de Valera (1602)
y otras, en edición de 1966.
Contra lo que parece habitual en un libro de poesía, hay un grupo
de notas, elaboradas durante su confección. No se trata de aclaraciones
poéticas, extremo que considero innecesario, sino de simples referencias
bibliográficas.
Los textos que aquí se incluyen han permanecido inéditos
hasta ahora. El libro estaba terminado hacia 1994. Su contenido, ajeno
a la religión para los religiosos y entroncado en lo religioso para
los contrarios, ha resultado siempre inadecuado para los criterios de unos
y de otros. Posiblemente, poco hay que me satisfaga personalmente tanto
como ese “estar en medio de nada”.
Estas circunstancias, y
su extrañeza como texto poético, me hacen incluirlo en la
presente entrega editorial, en la que no figura ninguno de los otros libros
inéditos, que algún día quizás vean la luz
y que sí resultan más “convencionales”
.
Enrique Gracia Trinidad
|
...........
|
"...
p o r q u e el t i e m p o e s t á
c e r c a."
Apocalipsis, 1.3 *
(*) Como ésta,
todas las citas que encabezan los poemas, pertenecen al texto del Apocalipsis,
por lo que no se repite esta palabra, indicando tan sólo la numeración
de capítulo y versículos. |
|
I
EL SILENCIO HA CRECIDO Y ESTA SOLO
"Cuando
el Cordero abrió el séptimo sello, se hizo
un
silencio en el cielo, como de media hora" (8.1)
.
Buscaremos la risa de
los niños
y no la encontraremos,
ese leve chasquido de las hojas
pisadas en los parques,
un susurro del sol en nuestro rostro,
el perfecto latido
que hace dormir la mano sobre el pecho,
ese temblor de azúcar y de sangre
que se esconde en los besos de la sombra.
Será búsqueda inútil,
tiempo desvencijado en los oídos.
Dormirán la canción,
los gritos de terror y la blasfemia,
el violín y la flauta, la cuchara,
el llanto de la mar contra la tarde.
No sonarán las copas ni el vino
de las copas,
ni el viento en las ventanas, o la lluvia,
ni la tenue palabra de los enamorados.
No acudirán las órdenes
al rostro
ni el grito a la garganta.
Durante el plazo estipulado
no se oirá al mercader,
estará mudo el padre de la patria,
volarán las canciones de cuna y
las baladas
al país de los sueños,
y todos los relojes
contarán sin hablar treinta minutos.
Hasta la voz de Dios cumple el silencio |
|
II
SI NO ENCENDEMOS ESTA LUZ
Hasta
la voz de Dios cumple el silencio.
"...
su rostro, como el sol cuando brilla con toda su fuerza." (1.16)
"...Tocó
el séptimo Angel..." (11.15)
Si no encendemos esta luz
que se refugia en nuestros huesos,
no sobreviviremos,
no estaremos de pie cuando se escuche
la séptima trompeta.
Esta luz en las manos, como un salvoconducto,
(1)
como coraza contra el odio,
como un gozo que salve de la cólera
lo que aún queda en los ojos
de los niños que fuimos.
Esta luz como pluma del águila
que escribe
su apócrifa verdad,
esta luz sobre el ciego que destruye su
tierra
sobre el estiércol de los lobos,
sobre nuestra cintura desangrada
por la aguja del tiempo.
Si dejamos la llama con su negra capucha,
si la guardamos en el arca,
no será suficiente el santuario.
.
Si la escondemos bajo el lecho
no servirá para esconder
las pesadillas.
Porque no hay nada oculto que no haya
de saberse. (2)
Esta luz es incendio,
debe de serlo, inagotable, y abrasarnos
las manos,
y ser como palabra que se grite en el
viento
de todas las terrazas,
que nos deje la boca
como el cielo de abril,
como un poco de amor en mitad de la tierra. |
|
III
HAN DISPUESTO LA MESA
"...Venid,
reuníos para el gran banquete, para que comáis carne de
reyes,
carne de tribunos y carne de valientes, carne de caballos y de
sus
jinetes, y carne de toda clase de gentes, libres y esclavos,
pequeños
y grandes..." (19, 17-18)
.
Han puesto la mesa,
comed hasta que el vino os devore los
labios,
hasta que la ceniza sepa a carne,
hasta que del combate sólo queden
los despojos de azufre
que hacen yermos los campos.
Mil diademas coronan la cabeza de Fiel,
(3)
y él es quien nos prepara la mesa
del banquete,
¿dónde habéis visto
un servidor
más honorable?
No dejéis de comer, que nada sobre
para los herederos de la tierra,
para el insecto silencioso,
para la rata confundida
con el barro y la muerte,
para las piedras del olvido,
para las patas de la araña,
para esta ruina triste que adelantan los
ácidos
y el grito.
.
Venid hasta el banquete que ha dispuesto
la locura de plástico del hombre,
la ceguera de todos los que piensan
que habrá un mañana fértil
sobre tanta miseria.
Venid,
comedlo todo,
acabad con la carne y con la sangre,
que no descansen las migajas.
|
|
IV
EN SIETE COPAS SÓLO
"...
Id y derramad sobre la tierra las siete copas del furor de Dios."
(de
16.1 a 16.19)
.
En siete copas sólo
caben el vino y el furor,
la sangre que los ríos llevan entre
sus aguas
para que la bebamos como llanto.
Y al volcarse la sexta copa el Éufrates
cayó herido de muerte,
corrió el polvo en su cauce hasta
el Harmagedón. (4)
Esa es la historia.
Hubo antes otras muertes, otras copas
doradas
que fueron derramando
la vergüenza de Dios y de los hombres.
La primera en la tierra
para dolor de aquellos que llevasen
la marca de la Bestia, (5)
la segunda en el mar,
donde se vino abajo la esperanza,
otra más en los ríos y en
las fuentes
donde empieza la cuenta de la sangre.
La cuarta copa asesinó el ozono
y el sol nos abrasó hasta los cimientos.
Fue mucha luz entonces
para tanta ceguera.
Cuando la quinta copa
dejó a oscuras el trono del Dragón,
supo el dolor su nombre
aunque no fuera nuevo para nadie.
De la sexta no quiere el corazón
dar más noticia.
La última copa fue un pájaro
herido
que pasó por el aire como un trueno,
como la soledad,
como la muerte.
Llegó el tiempo del grito,
las horas de la ruina y la esperanza
vendidas en hermosos
envases de cartón plastificado.
Todo quedó dispuesto
para alterar la ruta de los sueños.
Tiempo de la rueda,
cambio que tiene vientre de círculo
y de esfera,
giro sin párpado o saliva,
beso desconocido.
Se derrumbó la cúpula del
cielo
y un hombre rezó a Dios una blasfemia. |
|
V
HAY QUE SABER SI ESTANDO VIVOS
"...y
que tienes nombre de vivo, pero estás muerto." (3.1)
.
Hay que saber si estando vivos
se cumple el ritual con suficiencia.
Saber si basta con estar
a este lado del tiempo,
en esta campanada del reloj
que hace que nuestra sangre sobreviva.
Es preciso
averiguar si nuestro nombre
resuena en el estruendo acorralado
de las alas del tiempo,
si tantos nombres uncidos al yugo de los
labios
tienen más importancia
que una tela de araña en un rincón
del mundo.
Debemos descubrir si estamos muertos
y nos sueña un planeta fatigado
cabalgando su espalda:
quinto caballo de color de sombra
que se llama Dolor,
Penumbra,
Potro de la Locura y Desaliento.
Debemos ensayar la contraseña,
averiguar el nombre exacto
que se escribe en la frente,
por detrás del cabello,
en las encías.
(6)
Hay que saber
si las llaves de piedra del infierno
abren de igual manera
la aventura sin red y sin aplauso
de nuestro corazón de porcelana. |
|
VI
ES ESE NUMERO SALVAJE
"¡Aquí
está la sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de
la Bestia; pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666." (13.18)
.
Es ese número salvaje
el que nos ha dejado el sueño
como un sabor estremecido,
como la risa extraña y silenciosa
que hace nido en el vientre del amor
y echa a volar de madrugada.
Enloquecida cifra,
seis,
tres veces seis, nueve invertido
en el espejo,
rizos que caen por la mejilla virgen
amenazando la pregunta,
dando belleza al cuello triste,
amando la locura.
Sello de Salomón, estrella de David,
arcano enamorado. (7)
Número que se graba a fuego lento
en medio de la frente,
detrás, bajo el cabello,
cerca de la frontera de los sueños.
Marca de Golem. (8)
Grito que se repite, miedo.
Bestia que ataca al corazón,
clava las uñas,
duele.
Emblema de la bestia que precede a la
Bestia, (9)
con su aliento de muerte
para dar la vida,
con su triunfo de espada
sobre ricos y pobres, esclavos y señores.
Número de la Bestia,
sangre que llega y cerca
estas horas sin trigo,
estos instantes,
que amenaza con una sombra oculta
detrás del corazón,
en el más íntimo escondrijo
que inventamos de niños
y olvidamos luego.
Número de la Bestia, sangre que
se aproxima.
Pero es el número de un hombre. |
|
VII
Y TODO SE MIDIÓ
"Y
vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del
cielo, del lado de Dios, ataviada como una esposa que se engalana para
su esposo." (21.2)
"El
que hablaba conmigo tenía una medida, una caña de oro, para
medir la ciudad." (21.15) ( 21 completo y 22.1-5)
.
Y todo se midió
para que no sobrase nada.
Laberinto de joyas,
dosel de majestad, puertas de perla.
Es un perfecto cubo, 2.220 kilómetros
de largo (10)
por lo mismo de ancho, igual altura,
impecable armazón,
con un brillo de piedra tan preciosa
que la luz será inútil.
El Arbol de la Vida
crecerá por sus calles
sin que el sol tenga nada que hacer
entre las ramas.
El mismo Árbol de Vida
que se quedó en aquel jardín
primero,
el que pudo ser nuestro si hubiésemos
querido
vivir más que saber aquellos días.
Inexpugnables sus murallas,
son de jaspe y zafiro, calcedonia, esmeralda,
cornalina y sardónica,
crisólito, berilo, topacio y crisoprasa,
las dos últimas filas, jacinto
y amatista; (11)
y en el centro, su plaza de oro puro
es como vidrio transparente
tras el que puede verse un corazón
que sirve de refugio,
en donde el ángel muestra sobre
un libro
la palabra no escrita.
Cuando la tarde se recuesta
en el tenue horizonte del otoño,
la ciudad se perfuma, sonriente y despacio,
como una buena amante
de este tiempo final y enloquecido,
para entrar más hermosa
en esa ceremonia que la noche
guardaba en su memoria
desde siempre. |
|
VIII
COMO EL OLVIDO
"Fui
donde el Ángel y le dije que me diera el librito. Y me dice: Toma,
devóralo; te amargará las entrañas,
pero en tu boca será dulce como la miel-." (10.9)
.
Como el olvido,
como las lágrimas y el sueño
que ya no se recuerda.
Así de amargo
el libro y cuanto en él se escribe
con la sangre.
Igual de amargo que este tiempo
que pasa como un trueno sobre el mar
y la tierra,
sobre la espalda de los hombres.
Como el dolor que no entendemos,
como el cansancio de la risa.
Igual que esta certeza que nos rompe
la voz y la cintura,
el recuerdo del barro,
la nostalgia de haber sido una lágrima
fecunda.
Páginas vegetales que alimentan
las horas de la tarde,
cuando todas las cosas
ponen el corazón en cuarentena.
Letras amargas como el dorso
de una mano apoyada
sobre una puerta que cerró el recuerdo.
Pero en la boca,
dulce sospecha de esperanza,
pie que se acerca por la espalda
para dejar su beso sobre el cuello.
Dulce como la sombra
del verso que jamás escribiremos. |
|
IX
SE APROXIMA ESE TIEMPO
"...
Y muchos de los hombres murieron por las aguas que se habían vuelto
amargas." (8.11)
.
Se aproxima el tiempo,
es un loco perfecto que asesina
pájaros y palabras,
que solo deja en pié
este sabor de ajenjo inimitable.
Es la hiel y el dolor
de la tercera y cárdena trompeta,
es el brutal desplome de la llama
sobre los sacrificios sin altares,
amargando las lágrimas, la saliva
del beso,
la sangre de unos mártires inútiles,
el sudor,
la esperanza. |
|
X
CON UN MANTO DE ESTRELLAS
"...cuatro
Vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. El primer Viviente,
como un león; el segundo Viviente, como un novillo; el tercer
Viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto Viviente es como
un águila en vuelo..." (4.6-7)
.
Con un manto de estrellas,
infinita mirada sin descanso,
todo lo ven,
(12)
aguardan,
viven.
Repiten su salmodia sin fatiga.
El primero de todos
no conoció jamás el cautiverio,
poderoso felino del color de la arena,
tiene en su zarpa la batalla
pero duerme,
sujeta el trono como un sueño,
vigila la distancia,
hace la paz,
espera.
El segundo que vive
es alimento de los hombres,
como el maná, como la sangre.
Compañero del árbol y la
hierba
soporta el trono con quietud de mármol,
paciente,
reposa el tiempo en su testuz dorada
y sus ojos dibujan
la ternura de un mar que es sólo
vidrio.
El tercero que vive es como tú,
como cualquiera de nosotros, hombre.
Salió del gran jardín y
ahora pretende
regresar.
Arcángel desterrado,
hijo de la esperanza y de su orgullo,
malditamente libre.
El cuarto alza su vuelo cada noche
cuando el rezo descansa.
Dueño de arco iris, tiene en sus
plumas la memoria
de lo que alguna vez
pudimos ser, de lo que somos,
de lo que al fin seremos acabado este
tiempo.
Sus alas se estremecen
mecidas por la luz.
Estos cuatro vivientes,
portadores del trono de cristal,
son a la vez guardianes de la tierra,
de la puerta del cielo y su esperanza,
vigilan sin cesar el laberinto,
adoran,
trenzan el rito por nosotros.
Algún día,
cuando hayamos cumplido la tarea
de soñar estas horas que fabrican
la vida,
adiestrarán nuestra garganta
para un canto salvaje y diferente. |
|
XI
EL TIEMPO ES UNA CIEGA LOCURA DE
CAMPANAS
"...Pues
el tiempo está próximo." (1.3)
.
El tiempo es una ciega locura de campanas
que da vueltas detrás de una sonrisa,
mientras se ciñe al suelo inerte
la última paloma.
Vinimos desde el cobre fecundado
por semillas de arcángeles azules
hechos con argamasa de preguntas.
Y ahora los minutos
pesan como columnas de granito,
socavan la razón,
hacen del miedo un templo,
embadurnan la vida de liturgia,
tejen el odio,
se ríen de nosotros estrellándose
contra un futuro próximo,
indecible,
crepuscular dominio de la nada. |
|
XII
SOBRE EL TABLERO DESOLADO
"...Cuando
el Cordero abrió el primero de los siete sellos... Miré y
había un caballo blanco... Cuando abrió el segundo sello...
salió otro caballo rojo... Cuando abrió el tercer sello...
Miré y entonces había un caballo negro... Cuando abrió
el cuarto sello... había un caballo bayo..." (6.1-8)
.
Sobre el tablero desolado
se inicia la partida.
Lleva jugándose mil años,
dos mil, la eternidad,
pero ahora es más rápida
y más triste,
ahora la flecha del primer jinete
es más certera,
hiere con más encono. Ha salido
del arco
como empujada por el odio
y rasga, acosa, mata.
Es blanco el primer potro, de sal y no
de nieve,
mujer de Lot que busca la venganza,
ciega locura de algodón
que no espera que nadie lo recoja.
El arquero cabalga con el arco tendido,
listo para que el dardo
recorra la distancia como un miedo en
la noche.
Es blanco, así está escrito,
pero sus ojos son de sangre, buscan el
pecho y asesinan.
El segundo caballo
es igual que los ojos del primero,
rojo como los vinos que brotan de la herida
que nos duele en el pecho,
como el grito de guerra de un fanático,
como el rezo que en medio de la inútil
batalla
hace que el último suspiro
sirva a los moribundos de consuelo.
Lleva una gran espada su jinete
que depreda la paz y la caricia,
rasga el cóncavo tiempo y su perfil,
divide.
Con el tercer caballo
la noche se apodera de los ojos.
Negro como paloma, es hambre sola,
hambre que cada cuatro segundos hiere
un niño
donde tan sólo la distancia sabe.
Y lo hiere hasta el último silencio
ayudado en su horrible cometido
por el cuarto jinete:
Muerte su nombre
sobre un caballo sórdido y extraño.
(13)
Es un juego sangriento.
La paz está dormida, nadie cerró
el templo de Jano, (14)
y tanto estruendo no consigue
despertarla del sueño.
Se ha puesto precio al trigo y la conciencia,
y estos caballos tienden su relincho
sobre reyes y torres y peones,
sobre alfiles-obispos,
hasta la cuarta parte de la tierra.
Su aliento es como peste
que adelanta un futuro acobardado, sin
amor y sin beso,
y sus crines son hilos de la soga
con que los hombres atan a otros hombres,
fieras entre las fieras.
Antes de que otros sellos pidan silencio,
tiemblen,
amenacen,
cubran el sol
y hagan sangre en los labios de la luna,
(15)
estos cuatro corceles
recorren nuestras horas con orgullo,
dejando dibujada su silueta
contra el telón de fondo de la
farsa. |
|
XIII
ESTÁN CIEGOS
"El
resto de los hombres... no dejó de adorar a los demonios, a los
ídolos de oro y de plata, de bronce y de piedra y de madera, que
no pueden ver, ni oír, ni andar..." (9.20)
.
Están ciegos
todos estamos ciegos en esta hora profunda,
en este lado oscuro
que nos deja vivir entre sus fauces.
Idolos electrónicos
se asoman a la puerta de la necesidad,
recorren como pólvora las calles
y los rezamos en binario.
Aquí está la locura. También
en otros dioses
a los que hemos alzado en nuestras vidas
altares de tramoya,
imágenes de plástico dorado,
templos de acero y de cristal,
fortalezas guardadas por vestales y perros
que nada reconocen de la piel de los hombres,
que no aprenden jamás
el valor de una lágrima,
el precio de una tímida sonrisa,
la ternura de un beso.
En el mercado de la prisa
se vende bien, muy bien,
la imagen de los dioses de la guerra,
no aquel pequeño y anticuado
que terminó en planeta,
sino otros dioses más voraces,
los que besan la tierra con su lengua
de fuego,
los que desgarran sin pudor
la túnica del cielo para violar
el porvenir.
El escenario tiene trampa
y todos lo sabemos, pero todos jugamos.
Ardides de belleza
nos recorren el rostro de la máscara,
ídolos con los pies de barro
decoran las esquinas, arbitran la razón,
hacen del artificio una promesa,
dejan al fondo un poso de amargura...
Pero seguimos adorándolos,
es imparable esta locura, vértigo
de costumbre;
no hay puertas para huir,
ni tablas donde erguirse y respirar.
No hay tiempo, sobre todo,
para alzar libremente
la cabeza. |
|
XIV
USAD LA CONTRASEÑA
"...al
vencedor le daré maná escondido; y le daré también
una piedrecita blanca, y, grabado en la piedrecita, un nombre nuevo que
nadie conoce, sino el que lo recibe." (2.17)
.
Usad la contraseña.
Salid al medio de las calles,
al borde de las tierras de labor,
al límite más gris
de las ciudades.
Ocupad las fronteras
y no dejéis pasar
más que al que tenga el nombre
y lo conozca.
Es un nombre distinto,
secreto,
es un nombre que suena como el bronce,
lo susurran las olas del mar griego
desde Atenas a Pérgamo,
del golfo de Casandra
hasta la cueva de cristal de Patmos.
Es un nombre de amor,
húmedo y tierno, libre, solitario,
hijo de la promesa y la esperanza.
Nombre que avanza por el lecho,
besa el muslo,
acaricia,
despeina los cabellos, roza el vientre,
se susurra a sí mismo en el oído,
abraza, besa,
tiembla.
Lo reconoceréis por su perfume,
por su boca de pétalo,
por su aliento de acero enamorado.
Sabréis que os pertenece
cuando podáis ceñirlo a
la cintura
como túnica libre
de ataduras o miedo,
como cálido bálsamo,
como lluvia olorosa del otoño.
Está escrito en un suave pergamino
de piel humana y viva. |
|
XV
NADIE QUEDÓ PARA COMPRAR
"Llorarán
y se lamentarán los mercaderes de la tierra por ella, porque no
hay quien compre sus mercaderías. Las mercaderías de oro,
de plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino, de púrpura,
de seda, de grana; toda madera olorosa, y todo objeto de madera preciosa,
de bronce, de hierro, de mármol, cinamomo y aromas, mirra e incienso,
vino, aceite, flor de harina, trigo, bestias de carga, ovejas, caballos,coches,
esclavos y almas de hombres... (18.11-13)
.
Nadie quedó para comprar
porque los mercaderes
nos vendieron también el corazón.
La desmedida usura y la avaricia,
hicieron de esta tierra un pedregal
de escombro
(eso sí, cada piedra
con su cotización en bolsa y con
su precio
dispuesto en un cartel).
No queda nadie
a quien vender tanta chatarra.
Mientras el hambre recorrió
las calles, el desierto, los cauces de
los ríos,
mientras los inocentes eran objeto de
la muerte
todo siguió vendiéndose,
comprándose,
todo siguió sobrando.
Pero siguió pudriéndose
en las calles
bajo los símbolos del lujo,
tras la mueca del oro y del poder
Y ahora viene el dolor...
"Ay de la Gran ciudad, que se vistió
de lino,
de púrpura y de grana,
que se adornó con oro, y con piedras
preciosas,
porque en una hora sólo, se arruinó
su riqueza..." (16)
Ahora viene el dolor como si fuera nuevo;
se lamentan los dueños de la tierra
que hicieron de la muerte su negocio,
de la sangre una copa de ambrosía,
de aquel daño lejano
una estadística perfecta
para llegar hasta el siguiente
minuto comercial sin contratiempos.
No queda nadie
a quien venderle cosa alguna.
Hasta el alma fue pieza de mercado
y es hora de acabar
esta subasta. |
|
XVI
EL JARDÍN QUEDA LEJOS
"...Y
si alguno quita algo a las palabras de este libro de profecía, Dios
le quitará su parte en el árbol de la Vida..." (22.19)
.
El jardín queda lejos,
aquel fruto sabroso del árbol de
la ciencia
que nos hizo saber,
que nos hizo sentir como los dioses,
es hoy manjar acostumbrado.
Aquel fruto prohibido que nos abrió
los ojos
permanece en la mesa
junto al vino y al pan, y junto al miedo.
Pero faltaba el árbol de la Vida.
Nadie prohibió
que se comiesen las eternas frutas,
pero nos expulsaron
antes de haber tenido su agridulce perfume
por la boca
y vivir para siempre. (17)
El árbol siguió en pie,
creció tan alto como el mundo,
sus raíces trenzaron la esperanza
de vencer a la muerte,
sus ramas desbordaron las tapias del Edén
y sus hojas cubrieron los ocasos del sueño
con un brillo de estaño.
Hoy estamos al límite del mundo,
se ha cruzado la sangre del pasado
con el caudal sin ojos
que el futuro ha bebido
en nuestra ausencia.
A punto está de alzarse la ciudad
de los días milagrosos. (18)
No añadiremos nada a la palabra,
no quitaremos ni un susurro
a los versos que hicieron la promesa más
fuerte.
a los que edificaron la esperanza.
Estaremos dispuestos,
beberemos del agua de la vida
porque tenemos sed y la camisa blanca,
porque de nuestras manos inocentes
y culpables también, de ser
humano al fin,
crecieron las caricias.
más allá del dolor y de
la muerte.
Estaremos dispuestos,
en pie,
con la cabeza erguida y solidaria. |
|
XVII
LA MUERTE ES LO QUE ES
"...el
que es, el que era..." (1.18)
.
La muerte es lo que es
y la sombra,
la música o el grito de las zanjas.
El corazón de un niño jugando
a la sorpresa
también es lo que es.
Esa mano brutal de los guerreros ciegos
golpeando inconscientes
el pómulo del sueño y la
belleza.
Todos son lo que son,
la levadura que abraza el trigo fértil,
el cántaro
y el hueso,
el arbusto que no dejó de arder
(19)
sin consumirse,
el ojo de los dioses que vigilan dormidos
o ese cáncer de agosto con su vértebra
herida.
Hasta el ángel de espada efervescente
tan sólo es lo que es,
su voz de trueno por el viento
es una simple voz
y da igual que prohiba escribir,
que su libro de piel hija de Pérgamo
escrito por el pecho y por la espalda,
sea dulce o amargo al paladar. (20)
Son lo que son la máscara y la
piedra,
lo importante,
la caricia sin alba de los adolescentes,
el orín de los perros,
el vientre sin costura de una madre de
otoño.
Son lo que son, Señor de la Muralla,
...y los espejos. |
|
XVIII
NO ME DES LA MANO
"...¡Ojalá
fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio
y no frio ni caliente, voy a vomitarte de mi boca..." (3.15-16)
.
No me des la mano,
muéstrame el corazón y las
entrañas,
dime de dónde vienes,
si la fatiga endulza tus caderas,
si aún mantienes el fuego de los
años de lucha,
o si la espalda llena de cansancio
te ha dejado sin armas, borracho o sobrio
o ciego,
débil en cualquier caso
como para insistir en la batalla.
Pasan los años como el agua,
siempre igual y distinta,
siempre con la sospecha
de no saber si hicimos suficiente,
con esa sensación
de que la vida cotidiana acabó
con los sueños,
de que el calor más joven se alejó
de la espalda
y ahora las manos están débiles,
frías como la hierba a media tarde,
como la sábana olvidada,
como la piedra que sujeta
la mañana de abril bajo los puentes.
Eramos ciegos,
pero aún es posible volver a ver
la puerta
que tendremos que abrir
cuando nos llamen, cuando suene la aldaba,
cuando se nos reclame para poner el pan
sobre la mesa
y cenar al calor de la cocina. (21) |
|
XIX
ERAN SIETE LOS OJOS DEL DOLOR
"Juan,
a las siete Iglesias de Asia." (1.4)
"Delante
del trono arden siete antorchas..." (4.5)
"...un
Cordero, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son
los siete espíritus de Dios." (5.6)
.
Eran siete los ojos del dolor,
siete los dedos que la muerte
pasa por la cintura de los hombres
como la más desvergonzada de todas
las caricias. (22)
Todo el que tenga oídos
para oír,
que escuche aquella voz y nuestra
voz ahora.
Siete iglesias alzadas en oriente,
con alquitrán y barro enamorado,
sin torres ni estandartes ni cúpulas
doradas.
Hombres reunidos a rezar,
comer el pan, tejer el porvenir.
Todo el que tenga oídos,
que se siente a la mesa
y escuche las palabras del dolor.
Y siete candelabros,
siete rayos de luz, estrellas puras, en
la mano derecha
que convierte en humano
al que tan sólo fuera como un hijo
de hombre.
Siete antorchas también,
crepitando en el cuello de siete almas
en torno
a un solo trono donde está Aquel
que es,
el que era y vendrá
hijo del porvenir que ya está escrito,
Amén del porvenir, túnica
blanca del futuro, (23)
clavícula enroscada en el milagro
de seguir existiendo para siempre,
viviente por los siglos de los siglos.
enfrentado a la grata ceremonia
de desaparecer
y descansar al fin.
Humano, tan humano
como sólo pudiera serlo un dios.
Todo el que tenga oídos
para oír,
que escuche sobre todo
su propio corazón.
Siete también los sellos
que nadie puede abrir, los que cierran
el libro
de la vida de Dios sobre los hombres,
de la vida del hombre que ya no teme al
cielo,
del tiempo que se escucha por que no se
conoce
o "está cerca"
Todo el que tenga oídos
para oír,
que oiga. |
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