REQUIEM EN RE MENOR KV-626
Diciembre
 

(© Jorge Rojas Goldsack) 

 

(Sinopsis)

A Mozart le encargó el Requiem un burgués llamado Anton Leitgeb, tal vez por encargo del conde Walsegg-Stuppach al que apenas conocía. Leitgeb tenía un aspecto desagradable y algo tétrico por lo que se dijo que Mozart se obsesionó en cierto modo con él. Parece más probable que su obsesión viniera de la penuria económica, de la muerte que sabía cercana y de entender por ello que la composición funeral que le encargaban sería prácticamente su propio requiem. La rivalidad asesina atribuida a Salieri en la famosa película “Amadeus” no responde en nada a la realidad. Mozart no tuvo tiempo de terminar esta obra, le faltaron los últimos compases. Parece que en su lecho de muerte pidió a unos amigos que se lo cantaran. Mientras lo hacían, el dejó de tararear la parte conocida como “la lacrimosa” y se dio la vuelta en el lecho. Cuando los amigos fueron a tocarle ya había perdido la consciencia. No volvería a recuperarla.

 

Hoy ha venido la muerte de nuevo
a reclamar su ración de importancia.
Tus amigos entonan esa música.
Se lo has pedido y no pueden negarse.
La tenue luz se afila en tus mejillas
y se convierte en lágrima y susurro.
Cantan todos el Requiem imposible,
la pieza del adiós, la última pieza,
un encargo que acaba con tus fuerzas;
el canto funeral para un burgués
que te roba el sosiego y el aliento,
esos pocos minutos que te quedan.

Vuelve tu rostro a la pared, descansa;
la oscura dama tomará tu mano
y os iréis entonando suavemente
esas últimas notas que jamás
podremos escuchar, nunca jamás.



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